Para
que se dé una práctica ideal considero como algo muy importante y esencial: la involucración
del docente en ella.
El
docente ideal lo veo como un docente activo, seguro de sí mismo, que
domina a la perfección los contenidos y a su vez, la forma de trasmitirlos a
sus alumnos; que usa diferentes metodologías y estrategias y las adapta todas y
cada una de ellas al contenido, a las características, intereses y necesidades
de sus alumnos en su contexto; y que ve
a cada uno de sus alumnos como único, diferente, e intenta sacar el mayor
potencial de cada uno de ellos. Por
supuesto, un docente que tiene pasión, motivación y vocación por enseñar. Con
mentalidad abierta y dispuesto a cambiar, a innovar, a escuchar críticas
constructivas, etc. Es el responsable de
crear en su aula un buen clima o ambiente de trabajo, siendo capaz de proporcionar diversas actividades
que creen curiosidad, interés en el alumnado y les inviten a la participación,
a la reflexión, toma de decisiones, a tomar la iniciativa...etc. Impulsando así
en sus alumnos, el aprendizaje autorregulado, haciéndoles reflexionar e indagar
sobre lo que aprenden y animándoles a que poco a poco vayan construyendo su
propio aprendizaje.
En
esta práctica ideal de enseñanza, considero que los alumnos son los protagonistas
del proceso de enseñanza-aprendizaje. Serían alumnos que tienen curiosidad por
las cosas, ganas de aprender y motivación…y de participar activamente. Además,
serían conscientes de lo qué aprenden y cómo lo hacen, con una actitud de
autorregulación, de mejora, de superación.
La
relación entre profesor y alumno en esta práctica ideal la veo como una
buena relación, de confianza y de respeto a la vez, en la que el profesor actúa
como guía, orientador del alumno, ayudándole a crecer, a que descubran por sí
mismos… guiándoles hacia su camino, pero nunca dándoles todo hecho. Da pie a la
experimentación, al descubrimiento…a la creatividad.
Para poner en práctica este ideal de enseñanza considero que debería
haber una buena formación de docentes y de futuros docentes (no solo
inicialmente, sino también durante la profesión en sí misma, es decir, que haya
una formación permanente). Sobre todo, veo necesario que éstos tengan vocación,
ganas de aprender, de dar… pasión por enseñar.
Así, estos docentes podrían involucrarse en este proceso de
enseñanza-aprendizaje e intentar hacer de su práctica profesional una práctica
ideal, o al menos, la mejor que se pueda al momento: con actitud de aceptación,
de cambio, de superación, de innovación…. Y así “desaparecía” la concepción que tristemente tiene muchos
docentes acerca de su profesión: el “ir a clase, soltar el sermón, y para
casa”.
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